Muchas veces me han preguntado por qué decidí estudiar Psicología y, por más que lo pienso, no recuerdo un momento exacto en el que tomase esa decisión. Desde muy pequeña me han gustado las historias, por eso soy muy aficionada a los libros y el cine, pero también es el motivo por el que tengo curiosidad por lo que las personas tienen que contar, por cómo construyen su propia historia y lo que eso significa para ellas. Así es como aprendí a escuchar.

Como ser psicóloga no sólo es escuchar (aunque es una parte muy importante), tuve que formarme, y decidí estudiar la carrera en la Universidad de Salamanca. Ya desde los primeros años me empezó a interesar el funcionamiento del cerebro, por lo que al acabar la carrera me especialicé en Neuropsicología. Después de eso, durante más de 10 años me he dedicado a trabajar con personas con diferentes condiciones neurológicas (deterioro cognitivo, demencia, daño cerebral adquirido, TDAH, TEA/CEA…).

En los primeros años de trabajo pude ver cómo todas estas condiciones afectaban a las vidas de estas personas y sus familias: sus relaciones, su forma de percibir el mundo y a sí mismos, sus sentimientos, emociones, creencias, etc. También pude ver las capacidades y los recursos que uno logra desarrollar para salir adelante cuando la situación es adversa. Así que tocó volver a formarse para aprender cómo ayudar a las personas a poder desarrollar y utilizar esos recursos y capacidades. Por eso decidí formarme en Terapia Familiar Sistémica y comencé a trabajar también con personas en otras circunstancias adversas (duelos, problemas y conflictos familiares, experiencias traumáticas, etc.).

Actualmente, trabajo compaginando la psicología sanitaria y la neuropsicología en una consulta privada en Santiago de Compostela y colaboro con otros centros donde llevo a cabo sesiones de atención psicológica, talleres y formaciones. Continúo formándome, porque cuanto más aprendo de Psicología más cosas encuentro que me generan curiosidad. Y quizás también un poco por autoexigencia, no lo voy a negar, aunque en mi propio proceso he aprendido a mantenerla cada vez más a raya.